La función social de la escuela y su responsabilidad en la garantía del aprendizaje consta en su potencial poder de transformación. Cada sujeto que “vive” la escuela nunca egresa o sale de la misma tal y como ingresa; ya sea en mayor o menor medida.
La escuela interpela su realidad en plena instancia de construcción personal, mostrando al alumno una infinidad de mundos posibles.
La institución educativa no solo se encarga de su aprendizaje formal desde el plano puramente curricular y de contenidos conceptuales con intencionalidad pedagógica, sino que además, la escuela interviene en la formación integral de cada sujeto para lograr crear en él y desde él, su mejor versión como ciudadano sensible, empático, hacedor de conocimientos y producciones propias que le permitan, en tiempo presente y futuro, crecer en y hacer crecer, una sociedad con características socio-políticas tan complejas como la nuestra, desde sus potenciales individuales como así colectivos.

Toda educación es política y ninguna educación debiera ser partidaria.
Es fundamental establecer para las bases de una escuela flexible, abierta y democratizadora, un vínculo íntimo y satisfactorio entre política democrática institucionalizada y cultura política democrática por medio de un sistema de educación que las abarque.
Los docentes deben exponer por medio de sus intervenciones didácticas, conocimientos y herramientas que permitan a cada alumno ser próspero y fructífero en su futuro, desarrollando sus potencialidades día a día, habilitando espacios de escucha y creatividad; como así también de aprendizaje cognitivo y resignificación de conceptos.

La aparición de ESI en las escuelas ha sido, sin dudas, un punto bisagra en la mirada educativa en general. Puesto que la Educación sexual Integral considera (del alumno) los diferentes aspectos dignos de ser explorados y transitados durante el trayecto escolar y fuera de éste a lo largo de toda su vida y los cuales serán transmitidos de boca en boca y mediante la consciente práctica propia.
Sabemos que ESI articula aspectos biológicos, psicológicos, sociales, afectivos y éticos que la escuela no puede ignorar.
A partir de la Ley N° 26.150 (Ley “ESI”) sancionada en el año 2006, las escuelas no pueden estar ajenas a ella ni ignorar la implementación de la misma en salas y aulas en todos los niveles educativos. Este compromiso no debe ser entendido como algo opcional o de libre albedrío por parte de cada docente frente a un grupo de alumnos; sino que es obligación de su tarea como profesor, la implementación transversal en las jornadas diarias educativas.
Si bien en el año 2006 se sanciona la ley con el propósito de garantizar dentro de un marco legislativo el derecho de todos los educandos de recibir Educación Sexual Integral, muchas escuelas aún no garantizan dicho cumplimiento de forma suficiente y eficientemente favorable.
Los ejes con los cuales trabajar E.S.I. son amplios y diversos. Y la manera en que sean abordados pueden generar en las familias adhesión o, por el contrario, resistencia.

Es labor docente plantear recursos y herramientas lúdicos para que desde la escuela se creen actividades áulicas que fomenten la democratización de las diversidades en todos sus aspectos: funcionales, sexuales, culturales, de culto, etc.
Cabe aclarar que E.S.I. no es adoctrinamiento, se trata de propiciar aprendizajes basados en el respeto por la diversidad y el rechazo por todas las formas de discriminación y/o bullying. Se trata de reconocer que las diferencias existen y suman simplemente entendiendo que la humanidad es naturalmente diversa.
La diversidad se instala frente a nuestros ojos y, a partir de ello, es primordial saber cómo implementar estrategias pedagógicas integrales e inclusivas que inviten a las familias y toda la comunidad educativa, a sentirse parte de un grupo de pertenencia dentro de un establecimiento en común.
Aceptar la diversidad innegable, propia de la humanidad, es alojar a todo aquel todo individuo que podría “romper” con la heteronorma cultural pre establecida.
No es fácil enfrentarse a la heteronorma o heteronormatividad, la cual señala la existencia de un régimen impuesto en la sociedad, y el cual excluye siempre a las minorías.

En lo personal, cuando hablo de estrategias inclusivas, me refiero a propuestas pedagógicas que ciertamente “igualen”. Que hagan sentirlos “parte” y no sumados desde sus diferencias con respecto al “común denominador”.
Las estructuras tradicionales de la ya conocida educación bancaria (aún con dejos de existencia) no permiten contribuir a la construcción de prácticas pedagógicas institucionales que valoren positivamente las diversidades. Y es aquí cuando, los protagonistas, relatan historias de prejuicios, prohibiciones e incluso acoso escolar. Bullying o cyberbullying mediante redes sociales; tan utilizados por nuestros sujetos aquí en cuestión: niños, niñas y adolescentes: sujetos nativo digitales de un mundo tecnológicamente globalizado.
La escuela es la segunda institución socializadora, reconociendo a la familia como la primera de todas.
Su función de enseñanza debe garantizar una educación que librase al ciudadano de la opresión y el “karma” de “ser diferente”.
La escuela democratizadora debe proteger y velar por los derechos de los niños, niñas y adolescentes desactivando los procesos de desubjetivación que no hacen más que masificar al alumnado en una homogeneidad aparente.
Una escuela dinámica y flexible no renuncia a su tarea de enseñar sino que la multiplica y busca que los alumnos se constituyan como sujetos libres de pensamiento y autónomos para la toma de decisiones.

La labor docente y un marco legal que la ampare es de vital importancia para poder proyectar sobre los estudiantes cada idea progresista.
La Ley N° 26.061, Ley de “Protección de los derechos de niñas, niños y adolescentes”, sancionada hace ya 16 años, tiene como objeto proteger a los mismos garantizando su condición de sujeto de derecho.
Ellos son el futuro y la semilla de cada sociedad. Sus actos serán el resultado de su contexto y las vivencias personales a nivel intra familiar y social de convivencia, pero la escuela es de primordial importancia para “dar vuelta la moneda” mostrando otra cara de la realidad, pues existen caminos diversos que aún pueden estar ocultos tras el manto de la marginalidad en contextos de vulnerabilidad socio-económica y pobreza cultural .
Muy probablemente haya igualdad de acceso a la educación. ¿Pero hay igualdad de resultados? La escuela debe luchar por ellos, aun sabiendo que escapa a las posibilidades concretas y tangibles de ella.
La escuela también es soñar, creer en la posibilidad de un mundo mejor con personas más generosas, conocedoras y productivas independientes.
El tiempo de cada niño, cada niña y adolescente, es hoy.
Un hoy con cimientos sobre el ayer y en perspectiva a un futuro sin techo.
La escuela debe garantizar eso: un cielo sin techo. Un cielo que les permita volar “sabiendo”, haciéndolos fuertes, resistentes a las tormentas. Un cielo infinito que les permita abrir las alas y cumplir metas sobre tierra firme.
La escuela debe pensar en grande con los ojos bien abiertos divisando horizontes comunes. Derechos y obligaciones. Garantías que los formen como sujetos libres y capaces de sostener esa libertad. La libertad es elegir. Se elige mejor con bases en el conocimiento.
El ser humano es un ser emocional y racional. Un ser integral.
Como docentes pongamos en conciencia el valor de despertar la curiosidad, las ganas de más, el propósito de aspirar a determinadas metas y las herramientas educativas para lograrlas. La motivación es parte esencial para alcanzar el éxito de personas en pleno proceso de formación.

La escuela debe generar ideales de éxito.
¿Y qué es el éxito? No es dinero ni fama. Es poder de elección. Es desterrar la mediocridad, creer en el avance del conocimiento y la voluntad propia para lograrlo con la esperanza de tener consigo un sistema de políticas públicas que habilite y favorezca este proceso de superación. Éxito es superación. Éxito es trabajo, porque aquello que dignifica, nos hace más superadores y libres.
Y, ya como el tango escrito por Enrique Santos Discépolo en 1943 nos decía: “La lucha es cruel y es mucha. Pero lucha y se desangra por la fe que la lo empecina”.
Por otra parte… ¿Quién dijo que sería fácil?

 

ANALÍA TILVE

27.861.634

Docente en el Área de Nivel Inicial