Por Natalia Verónica Leali
Las DEA, dificultades específicas de aprendizaje, nos interpelan a diario en nuestras aulas. El título seleccionado para mi trabajo nos interpela, nos lleva a la inevitable revisión de nuestras prácticas y nos ayuda a pensar y repensar qué tipo de estrategias debemos desplegar para poder contener y ayudar a los niños y niñas con alguna de las dificultades abordadas, que hasta hace un tiempo fueron invisibilizadas y desde hace varios años, con fuerza de ley fueron declaradas de Interés Nacional por el Honorable Congreso de la Nación Argentina. Sin embargo, aún nos falta mucho que recorrer y re-aprender como responsables de la ardua tarea de educar niños/ as, jóvenes, adultos y adolescentes. Actualmente hay un encuadre legal que es la Ley DEA 27306, declarada de Interés Nacional, la cual, garantiza el derecho a la educación tanto para niños como para adultos. Sin embargo, considero que aún nos falta capacitar a los docentes en la materia para poder ofrecer a las familias y estudiantes los recursos y herramientas necesarios. El enfoque que me propongo analizar es cuáles pueden ser las intervenciones docentes y mecanismos de aprendizaje para que nuestros estudiantes puedan adquirir destrezas y habilidades según sus necesidades. Me gustaría compartirles algunas historias de niños con dislexia que nos ayudarán a alcanzar ciertas conclusiones al respecto:
“I. comenzaba su primer grado en la escuela primaria, todo era nuevo, venía de otra escuela y la expectativa y ansiedad de las familias sabemos que es muy importante. Recuerdo la primera vez que utilizamos el cuaderno de clases. Sabemos los docentes que la lectura y escritura son dos procesos que suelen llevar su tiempo y dependen de cada niño o niña. A I. le costaba mucho relacionar la grafía y el sonido de las letras, su escritura era en espejo. Confundía los días de la semana pese a la inmediatez al repetirlos. Las palabras sencillas que habíamos aprendido no las podía recordar, así como tampoco incorporaba hábitos y rutinas escolares. Esos primeros indicios de alerta hicieron que sea derivado al Equipo de Orientación, pero ese año, no conseguimos ayuda ni respuesta. La familia no contaba con obra social y en el hospital público no conseguían turnos. Finalizando primer grado tuvimos una nueva entrevista con su familia donde le comentamos que si bien I. necesitaría de mayor tiempo que otros compañeritos, existía la llamada “unidad pedagógica” y el alumno pasaría a segundo grado junto a su docente y compañeros.
Llegamos a segundo. Los avances eran muy muy pequeñitos. I. muchas veces se frustra ba o angustiaba diciendo que él no podía, no sabía. Nuevamente fue derivado con la esperanza que este nuevo año alguien pudiera tomar su caso y ayudarlo. Las maestras no podemos diagnosticar, no es nuestro rol, pero sí notamos cuando algo excede nuestra posibilidad de ayudar a nuestros alumnos y familias. I. no podía escribir en principio su nombre, logramos avanzar, con algunas omisiones o invertir letras, llegó a hacerlo y siempre lo alentamos. Tenía dificultades para hablar y expresarse. Primero se descartó un problema en la vista y en su audición, hasta que pudimos lograr que lo atienda una psicóloga junto a una psicopedagoga, quienes nos solicitaron
informes para saber más acerca de su desempeño en la escuela.
Llegada la primavera nuevamente la familia se acercó a la escuela con un diagnóstico por parte de los especialistas que lo habían estado tratando durante ese tiempo. I. tenía dislexia. Aún recuerdo la angustia de su mamá diciendo que “eso no se cura” pensando erróneamente como si fuera una enfermedad.
Con ayuda de los tratamientos y gracias a las sugerencias que realizaron las especialistas para buscar distintas estrategias de ense ñanza logró superarse día tras día. Terminó su primaria sin dificultades con el andamiaje de los tratamientos, de su familia y de los distintos docentes que lo fuimos acompañando. Con el paso de los años y el transcurrir de mi carrera me topé con muchos I. por el camino, pero poco a poco, también fui perdiendo el miedo y aprendiendo a implementar todo lo necesario para que su escolaridad sea un transcurrir placentero, tratando de evitar las frustraciones que tanto niños como adultos tenemos ante lo nuevo o desconocido”.
La dislexia es una dificultad específica de aprendizaje cuyo origen neurobiológico es una alteración en la capacidad de leer por la que se confunden o se altera el orden de letras, sílabas o palabras, por ortografía o decodificación. Existen distintas teorías e indicadores cognitivos, del ambiente familiar, biológicos que explican sus posibles causas, se puede relacionar con ciertos genes que afectan la manera en la que el cerebro procesa la lectura y el lenguaje, pero también los antecedentes familiares pueden ser causantes de ese trastorno. Si nos preguntamos si tiene cura, la respuesta es no y lejos de asustarnos debemos saber que es algo que acompañará toda la vida y debemos aprender a convivir con ella porque es más frecuente de lo que la mayor parte de las personas cree.
Es sumamente importante el rol docente para su detección, ya que tratada a tiempo en lo que se denomina la “etapa de oro” se puede recibir la estimulación necesaria por parte de profesionales y compensar esa dificultad. Lamentablemente muchos docentes no cuentan con las herramientas o la formación suficientes para advertir este tipo de dificultades y la demora en su derivación a pesar de que hay una Ley vigente de DEA.
Hay tres indicadores de alerta que debemos tener en cuenta los docentes: la conciencia fonológica, el reconocimiento de letras y la escritura espontánea. También hay otros indicadores variables, tales como el lenguaje oral, bajo interés en aprender las letras, números o días de la semana, la lectura con fluidez, teniendo siempre en cuenta qué es esperable a cada edad y grado escolar. Es importante que las instituciones cuenten con un sistema de prevención y detección de las dificultades.
Cuando aparecen dificultades en el aprendizaje de algunos niños es apropiado empezar a implementar adaptaciones metodológicas tanto en la enseñanza como en la evaluación, es decir, modificar la manera en la que se les está presentando la información con el fin de observar si el aprendizaje mejora. Algunos alumnos responderán a esta intervención y se nivelarán en sus habilidades, pero otros no. Si las dificultades persisten luego de dos o tres meses es recomendable realizar una consulta con un profesional. Asimismo, poner al tanto a los padres sobre el trabajo que se está realizando y hacerlos partícipes de las acomodaciones metodológicas que se implementarán para observar si así empiezan a rendir mejor. El contar con una evaluación objetiva en el ámbito escolar brinda herramientas para comunicar lo observado a los padres.
Algunas adecuaciones institucionales para la lectura y escritura en alumnos con dislexia es contar con recursos dinámicos, tecnológicos y de espacio. La institución debe proveer el espacio para que el docente despliegue su arte de enseñar. Esto beneficia a todos los alumnos, pero principalmente a los que tienen menor posibilidad de aprender por la simple vía de lectura o de enseñanza expositiva del docente. Hoy en día se necesitan nuevos recursos como pizarras de marcador, pizarras inteligentes, proyector, bancos reubicables en cuanto a la disposición en el aula, aulas flexibles o las llamadas 360 grados.
Nuestra función como docentes es enseñar a leer y escribir. La lectura y la escritura son habilidades que se adquieren por modelado, dado que lo que se debe incorporar y aprender es un código arbitrario. Es decir, es necesario enseñar las letras, cómo son sus sonidos, qué es lo que se debe hacer para leer (juntar sonidos) y para escribir (deletrear sonidos y representarlos con las letras correspondientes). A la humanidad le llevó mucho tiempo incorporar la lectura y la escritura, no hay ningún disparador genético que nos diga cómo hacer para leer y escribir. Se necesita la mediación de un docente que informe cómo es el proceso. Esta es nuestra tarea fundamental.
Los alumnos con dislexia necesitan de la enseñanza explícita de contenidos y de estrategias. No necesitan de un programa de integración escolar ni de adaptación de la currícula, sino de enseñanza explícita y acomodaciones metodológicas más recursos de acceso.
Un alumno con dislexia, al igual que muchos otros alumnos, aprende mejor con cual quier propuesta de aprendizaje que no impli que leer y escribir como medio prioritario de
ingreso de información o de la situación problema. Una enseñanza basada en los diversos estilos de aprendizaje y que acepte el cambio o la salida de la escuela enciclopedista hacia una escuela basada en formar pensadores es garantía de éxito para la diversidad de alumnos, también para los que tienen DEA.
Debemos contar con un abanico de recursos para introducir contenidos y generar el dominio de habilidades para que nuestros alumnos aprendan al interactuar, razonar y poner en acción su curiosidad intelectual. Generar la curiosidad que no es más que la motivación para aprender, promover entonces que los alumnos estén activos, que participen, activen conocimientos previos, relacionen lo presentado con su realidad. Para hacerlo puede servirnos de los múltiples recursos tecnológicos disponibles y también hacer un llamado a su creatividad, aspecto intrínseco en todo docente. Un docente es un artista que busca transmitir el amor por el conocimiento, el desafío del razonamiento y el placer de la obra lograda. Motivación-desafío-aprendizaje.
Tomemos un ejemplo como el de la clasificación de palabras: a los alumnos con DEA (y a otros también), les cuesta mucho recordar qué palabras son adjetivos, cuáles sustantivos y cuáles verbos. Si el docente explicita una estrategia simple, por ejemplo: los adjetivos dicen cómo es algo, los sustantivos qué es y los verbos qué hace y ponen un ejemplo de referencia para cada caso; entonces los alumnos podrán identificar los tipos de palabras fácilmente. Más si pueden pasar a representarlos con el cuerpo o pegar imágenes en un cuadro en el pizarrón, y luego de hacerlo, llegar a la metacognición de lo aprendido.
Para esto último sirve preguntarles: “¿Cómo te diste cuenta que era así?” Entonces el alumno explicará en referencia a la estrategia inicial, que ahora es propiedad de él, y dirá: “Me di cuenta de que era un verbo porque dice que alguien está haciendo algo” o “Me di cuenta de que era un adjetivo porque me dice cómo es o cómo se siente”. Se habrá logrado el objetivo de enseñanza-aprendizaje por una ecuación simple:
1) Modelar la estrategia (mostrar el cómo). 2) Práctica en acción (acompañar/guiar la aplicación del cómo).
3) Autonomía en el aprendizaje (evaluar/ monitorear la apropiación de la habilidad sin guía).
A esto se denomina adaptación en la metodología de enseñanza o ayudas de acceso que benefician a todos.
Para concluir, y luego de haber ahondado en las Dificultades Específicas del Aprendizaje clase a clase y revisar mi trabajo, quisiera que pudiera servir como espejo donde los que formamos parte de esta realidad podamos vernos reflejados directa o indirectamente en el drama que representa para niños o adultos el TEA y poder reflexionar acerca de nuestras carencias y nuestro compromiso en las prácticas educativas.
Propuse una historia verídica dejando al desnudo los sentimientos frente al fracaso escolar, señalando el esfuerzo que supone buscar ayuda, herramientas y las barreras que nos obstaculizan. Las historias que he ido relatando fueron tanteos en busca de soluciones que muchas veces han sido “parches”, otras, para mayor satisfacción han logrado dar con la respuesta a sus problemas a tiempo.
Las dificultades de aprendizaje en cada niño se manifiestan de manera distinta y por diversas causas. Dichas dificultades pueden hacerse visibles o iniciarse en cualquier momento a lo largo de los años de la escolaridad.
Un niño puede empezar a tener tropiezos desde el inicio de su escolarización. Sin embargo, otros pueden ir peleando con otras capacidades que posean los problemas que se les vayan presentando, hasta que en algún momento se produzca el fracaso.
Cuando hablamos de niños o adultos con DEA hablamos de personas inteligentes con buena capacidad y que a pesar de esto y por diferentes razones rinden por debajo de sus posibilidades.
Hay factores constantes como: el miedo, el miedo a no ser aceptado como es, a perder el cariño y la comprensión de familias y profesores. Miedo a las burlas de los demás, a las exigencias inalcanzables y enfrentarse a su propio fracaso. Temor ante el desconocimiento de esa incapacidad para ser y aprender como otros. Incapacidades que muchas veces no tienen explicación. La mayoría de estos niños desarrollan estrategias positivas o negativas.
Este trabajo ha significado dejar al desnudo los sentimientos ante el fracaso escolar, señalar el esfuerzo que supone para ellos saltar las distintas barreras que van surgiendo a lo largo de su historia. La primera de todas es la lectura, con todo lo que esto supone, luego las tablas de multiplicar, más tarde la ortografía, caligrafía, comprensión, expresión, memoria, organización, técnicas de estudio y un largo etcétera que convierten el aprendizaje en una interminable pista de carreras y obstáculos con vallas cada vez más altas.
Los intentos fallidos por querer ayudar son múltiples. Intentos que van desde poner la fe en un método infalible para enseñar a leer, pasando por la repetición de grados, el cambio de escuelas en busca de ese lugar que dé con la varita mágica que organice el aprendizaje, hasta el desfile de profesores particulares, horas de dedicación por parte de los padres, castigos, premios. Todos con la buena intención de ayudar a estos niños dentro de un sistema educativo hecho de una sola medida. Siempre con el sano empeño de integrarlo a una manera de funcionar sin tener en cuenta sus diferencias.
Todo esto además del drama que supone para ellos y para toda su familia, que la casa se vea convertida en una prolongación de la escuela y su corta vida y persona sean valoradas por el rendimiento escolar, cómo esto los va minando hasta el punto de hacerlos dudar de sus propias posibilidades y a perder gran parte de su autoestima y su seguridad.
Estos niños son seres muy valiosos que necesitan ser aceptados y que además tienen derecho a que se les conceda una vía de integración, a que se cree un espacio donde, desde su diferente manera de aprender, se les ayude.
Cuanto antes podamos detectar estas dificultades específicas del desarrollo y podamos abordarlas procurando el apoyo y los recursos menos será el sufrimiento para estos niños y niñas y para sus familias.
Un niño solo es un problema si dejamos que se convierta en ello.
Referencias bibliográficas
Dehane, S (2016). El cerebro matemático. Editorial Siglo 21.
Educación Inclusiva. Fundamentos y prácticas para la Inclusión. (2019). Ministerio de Educa ción, Cultura, Ciencia y Tecnología. Presidencia de la Nación. Libro digital. Ciudad Autó noma de Buenos Aires.
Jiménez, Juan E. Dislexia en español. Prevalencia e indicadores cognitivos, culturales, familiares y biológicos. (2012) Colección psicología. Madrid, España. Ediciones Pirámide. Ley 27306 (2016). Honorable Congreso de la Nación Argentina.
Pearson, Rufi na. Dislexia. Una forma diferente de leer. Buenos Aires. Editorial Paidós. Pearson, R (2020) Una forma diferente de aprender. Capítulo 10, página 504 a la 556. Rivas Torres, Rosa María y Fernández Fer nández, Pilar. (1994) Dislexia, disortografía y disgrafía. Ediciones Pirámide, S.A. Madrid.
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