Mariano Temelini

DNI 21938606

Área de Lengua y  Ciencias Sociales

Los pueblos  que olvidan su historia están condenados a repetirla

Cuando esa noche emprendí el regreso a casa decidí que me gustaría publicar alguna experiencia vinculada con los derechos humanos y nuestro pasado reciente. Era miércoles 10 de mayo. El almanaque anunciaba frío, pero la sociedad hervía. Y todos llevábamos un pañuelo blanco. Ese día la Plaza se había llenado de gente. Lucía toda blanca, colmada de voces que gritaban No al 2 x1. Ese día me sentí orgulloso por formar parte de ese colectivo y por haber elegido formarme en Derechos Humanos.

Busqué en mi memoria experiencias que me hayan dejado marcas y rápidamente vinieron a mí los talleres y las jornadas realizadas en mi Escuela el año pasado.

Con motivo del 40° aniversario del inicio de la página más negra de nuestra Historia, en mi escuela desarrollamos durante todo el año una serie de encuentros, actividades y talleres que estimularon a toda la comunidad educativa a reflexionar sobre nuestra historia. Quisimos construir una memoria individual y colectiva que dialogaran entre ambas y se retroalimentaran entre sí.

El desafío consistía en vincular nuestro presente con el pasado cercano promoviendo una actitud reflexiva ante los hechos históricos.

Pensamos que tener presente al pasado nos ayuda a construir el futuro y a generar una conciencia social para que los horrores del pasado no se repitan más. En este sentido la pedagogía de la memoria es quien nos plantea y nos desafía a pensar cómo traemos el pasado a nuestro presente, es decir de qué modo acercamos a nuestro aquí y ahora lo que pasó ayer. En esas jornadas los estudiantes, los docentes y las familias nos propusimos reflexionar sobre el valor de la libertad, la justicia, la identidad, la democracia y la importancia de los Derechos Humanos. Porque hacer memoria no es sólo recordar. Hacer memoria es comprometerse con las nuevas generaciones y con el futuro. La idea de estos encuentros era empezar a pensar lo ocurrido a partir del el 24 de marzo como un tema que provocó una herida social que aún sigue abierta y no ha sido saldada, porque ese pasado sigue vivo en el presente.

Haciendo memoria

La institución donde yo trabajo es una escuela primaria del barrio de Agronomía. Asisten alrededor de 180 alumnos y alumnas cuyas familias construyen un vínculo muy comprometido con la  institución y el proceso de aprendizaje de sus hijos e hijas. Su proyecto institucional se centra en los Derechos Humanos y en todo momento las familias participaron de cada una de las propuestas. Las valiosas experiencias realizadas con los alumnos y alumnas  me ayudaron a traspasar las paredes del aula y convertir mi proyecto aúlico en algo más grande, en algo que comprometiera a toda la comunidad educativa.

El enfoque planteado en las actividades que se llevaron a cabo, si bien cruzaba varias problemáticas de abordaje, era la censura en el ámbito cultural y educativo. Durante el mes de marzo, en la biblioteca, se armaron mesas de libros alusivos a la última dictadura cívico- militar para que circularan libremente entre los estudiantes y sus familias.

En ese espacio también se ofrecían narraciones con análisis de cuentos y novelas como El mar y la serpiente de Paula Bombara, El Negro de París de Osvaldo Soriano, La Composición de Antonio  Skármeta, entre otros. En ese mismo ámbito, los alumnos y alumnas de 5°, 6° y 7° grado realizaron Teatro de Sombras para representar Un elefante ocupa mucho espacio de Elsa Bornemann. Ese día les pedimos a los chicos que buscaran, junto a sus familias, diferentes textos literarios que hayan sido prohibidos y finalmente eligieran el fragmento que más les haya gustado.

Con esos materiales realizaríamos, más adelante, las rondas literarias, homenajeando, de algún modo, a Las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo. Esta actividad consistía en colgar esos textos desde distintos aros, acomodarse debajo de ellos y leer en forma circular. Recuperar un cuento prohibido y leerlo con los chicos construye un puente de palabras e imágenes que nos vincu-lan con la historia que se refiere en el relato. Por eso es importante partir desde la literatura, porque les acerca a los más pequeños de la escuela lo sucedido en la historia reciente de nuestro país. Leer con nuestros estudiantes forma parte de un ejercicio de memoria, que habilita un espacio para el encuentro entre generaciones y un diálogo entre el presente y nuestro pasado reciente.

En el primer mes del ciclo lectivo también recibimos la visita de Martín Oesterheld, nieto de Héctor Germán Oesterheld y papá de la Escuela, para conversar sobre la historia de su familia y la obra El Eternauta. También se acercaron a la escuela para contar sus historias y responder las preguntas de nuestros alumnos y alumnas, un ex combatiente de Malvinas y un nieto recuperado. El primero de ellos nos trajo lo más preciado de sus recuerdos: una carta de su familia que había sido tachada y censurada por los militares. Cada uno de los encuentros me confirmaba que el propósito de conmemorar los 40 años durante todo el transcurso del año, era muy viable, pero también, vital y necesario.

Durante la semana del 24 de marzo, se podía escuchar durante los recreos canciones prohibidas y otras cuyo referente era la última dictadura. En esa semana también le ofrecimos a la comunidad una agenda con la proyección de películas y documentales como TV por la Identidad, Nietos -historias con identidad-, Kamtchatka, La Historia oficial, entre otras.

En el mes de abril analizamos los titu-lares de los periódicos y las revistas  de la época de la Guerra de Malvinas que una familia nos había prestado. Una mañana se acercó tímidamente una mamá y me alcanzó las revistas con un mensaje que me comprometía aún más con este proyecto, porque nos confiaba ese material tan preciado y valorizaba que en la escuela de su hija se trabajara la guerra de Malvinas  dentro del contexto de la última dictadura cívico- militar. Otro día hicimos un mural con esos títulos y simulamos un kiosco de diarios. Luego  invitamos a las familias a leer esas revistas y a escribir junto a sus hijos, en un mural, mensajes sobre la guerra. Ese encuentro les permitió recuperar a muchas familias vivencias de aquellos años y las imágenes de cartas escritas y bufandas tejidas que quisieron abrigar a nuestros chicos de la guerra. A los pocos días organizamos un recital de poesías en el que participaron estudiantes, padres, abuelos y docentes. Al finalizar cada recitado se descubría una letra que formaría el siguiente texto: SOLDADOS, MIS ÚNICOS HÉROES EN ESTE LÍO.

Cuando el recital terminó, una abuela se me acercó para agradecerme la invitación y confesarme que en sus lágrimas estaba el dolor y el sufrimiento de su hijo que había estado en Malvinas, pero que Dios se lo había devuelto. En los días siguientes a la conmemoración de El Día de los Veteranos y Caídos en Malvinas, visitamos el Museo de Malvinas y en otra oportunidad El  Parque de la Memoria, allí sacamos fotos para realizar un video y en pequeños grupos armamos esculturas con materiales de desecho que representaban las imágenes de aquel horror y las sensaciones que nos había dejado la visita.

Durante los meses de mayo y junio recorrimos el barrio para buscar las marcas urbanas de la memoria, como por ejemplo baldosas de las veredas o algún  lugar donde haya vivido una persona que luego fue detenida- desaparecida. Así llegamos al Bosque de la Memoria en la facultad de Agronomía. Allí llevamos el número 40 en un tamaño de un metro aproximadamente.

Para esa actividad, les habíamos pedido a las familias que llevaran a la escuela palabras y expresiones referidas a la dictadura. Esas palabras se pegaron sobre el número y otras tantas se llevaron atadas con un hilo. Al llegar al lugar enterramos en el suelo el número 40 realizado con un material impermeable y las otras palabras las colgamos de un árbol que luego llamaríamos «el Árbol de la Memoria».

En el mes de julio, con la llegada del Bicentenario de nuestra Independencia, vinculamos esos 200 años, con los 40 años transcurridos de aquel horror y un proyecto sobre género que habíamos trabajado con los alumnos y alumnas de 6° y 7° grado. El producto final de esta articulación fue la realización de las biografías de sesenta mujeres argentinas que habían trabajado no sólo para la independencia de nuestro país, sino en la incansable lucha por los derechos humanos. Esos textos fueron sublimados en telas y en el acto de la Independencias fueron colgadas con broches en una soga, ironizando que esas mujeres, además de tender la ropa y ocuparse de tareas domésticas, forjaron la independencia de nuestro país y la lucha por los derechos humanos.

En los meses de agosto y septiembre nos focalizamos en un proyecto sobre los derechos del niño que volvió a tener a la literatura presente, pero esta vez a partir de las producciones de pequeños textos dramáticos alusivos a cada uno de los derechos del niño que luego fueron representados en una sala de teatro.

En los meses siguientes realizamos un taller de historietas para introducirnos en la lectura de El Eternauta. En aquellos encuentros también analizamos de qué manera el humor y el dibujo se transformaban en vehículos para denunciar la violación  sistemática de los derechos humanos.

Para finalizar, en la última parte del año, realizamos un taller con las familias sobre la muestra fotográfica Ausencias de Gustavo Germano. En ese encuentro, las familias con los chicos trabajaron con una selección de fotos de la muestra y a partir de una guía de análisis abordaron las diferentes imágenes. Luego se hizo una puesta en común sobre esas producciones.

A modo de cierre

La implementación de esta propuesta le otorgó identidad a la escuela y fortaleció los valores que transmitimos día a día. El proyecto dejó establecido que en esta escuela el 24 de marzo no es una efeméride, en el sentido literal del término, es decir algo efímero, se convirtió en un eje de trabajo transversal que nos involucra a todos y a todas. Porque lo que buscamos en la escuela es un futuro más colectivo que nos permita reconstruir lazos sociales, para pensar y soñar un mundo más justo y solidario para todos, que promueva el compromiso social y no el sálvese quien pueda…

A partir del año pasado los pasillos, los patios, las escaleras y las aulas de mi escuela empezaron a cambiar. Se llenaron de reflexiones, de palabras puestas en la acción. Nos ayudó a entender que la memoria se construye individualmente, pero se completa si paralelamente se construye una memoria colectiva. Hoy las paredes hablan y nos interpelan todo el tiempo. Hoy es imposible entrar a mi escuela  y no sentir que nuestro pasado reciente es una herida social que aún sigue abierta.