Las clases virtuales no intentan ni pueden reemplazar las clases presenciales. Y mucho menos en jardín. Las lógicas que subyacen a unas y otras son diferentes. Esta premisa la pienso como docente que se capacita constantemente. Y siempre elijo las clases presenciales porque tiene ese ida y vuelta único e irrepetible que da hacer con otro. Pero de un día para otro, el ciclo lectivo que recién empezaba cambio y nos topamos con docentes y directivos, confundidos y aturdidos con una pregunta clave: ¿Y ahora como se sigue? Y no sólo porque tenemos que manejar un montón de programas que quizá solo usamos unas pocas veces. Sino que pasamos de entender la importancia de las TICS a tener que ponerlas en práctica de modo cotidiano e inmediato. No es lo mismo como adultos interactuar en un foro de presentación o de opinión sobre un tema específico, que ser docente de niños de sala de 3 años como es mi caso.

Y el interrogante que me persigue desde que se declaró la cuarentena social preventiva y obligatoria es ¿cómo continuar conociendo al grupo que aún no se terminaba de adaptar a las rutinas de la escuela infantil, ahora a través de una pantalla?

El jardín son abrazos, contención, miradas, juego en conjunto, compartir con los otros. ¿Cómo crear un vínculo de pertenencia con su maestra y compañeros a través de una pantalla? Algo tan frio, impersonal, sin miradas, sin otros. Ese es el desafío educativo de una escuela dinámica que en este 2020 cambia constantemente.

La planificación anual presentada en tiempo y forma y corregida por el equipo de conducción, ya quedo obsoleta a solo 15 días de comenzado el periodo de inicio. Y no queda otra que barajar de dar de nuevo con todas las incertidumbres que nos depara el covid 19.

El maestro sabe lo que da en el jardín, lo tiene tan incorporado como su guardapolvo a cuadrille, que algunas veces no repiensa su hacer en la acelerada dinámica de la jornada que se repite a diario: bienvenida, saludo a la bandera, ronda de intercambio, desayuno/merienda, actividad, cierre, ordenar, patio, horas especiales, actividad, despedida.

El problema radica que en tiempos de pandemia el “haber ido al jardín” no significa “saber acerca de una institución educativa” por eso, nos encontramos con diferentes opiniones, por ejemplo: los medios de comunicación están machacando con el famoso y trillado “cuando vuelven las clases” como si el uso de barbijo y el distanciamiento obligatorio se pudiera llevar a cabo con 30 niños en un salón de clase. También tenemos la problemática de enviar “contenidos educativos” a las familias. En mi caso particular es una lucha constante por intentar explicar que Al jardín de infantes no se va a jugar…se va a aprender…. y que esos aprendizajes se logran a través del juego.

La primera batalla surge porque al tener solo un dispositivo electrónico para varios hijos escolarizados, las actividades de la escuela primaria son prioritarias según ellos. “En el jardín solo juegan”, “cantan”, “no se atrasan” son algunas de las excusas que me dicen las familias cuando les pregunto si pudieron ver los videos. Es por ello, que tome el desafío de revalorizar, resignificar la labor del docente de nivel inicial como educador y a su vez mirar las rutinas desde otra perspectiva. Justificando y fundamentando cada actividad enviada. Y recordando que la educación inicial es un derecho garantizado por el Estado y no participar de las propuestas es vulnerarlo.

Otro desafío es lograr que las propuestas sean dinámicas, porque no pueden durar más de unos minutos por la utilización de datos móviles, ya que mi comunidad vive en un barrio vulnerado como el barrio 20 21 y no poseen red wi fi, además deben ser atractivas para los niños y claras para los padres.

Otro obstáculo a vencer que encontré fue la sensación de estar “expuesta” en la virtualidad frente a las familias. No es lo mismo dramatizar un cuento en la sala para mis alumnos, que hacerlo para todos los que vean el video, lo mismo que cantarles, entre otras actividades. Ser objeto viral es un temor enorme que a todas nos pasó en estos meses.

 

Una vez vencido la vergüenza y priorizar a los niños sobre nuestra sensación de vergüenza, estamos horas y horas planificando un video que no dura más de 4 minutos, para el cual dimos vuelta toda la casa, armamos un rincón que nos contenga, nos disfrazamos y hacemos cómplice a nuestra familia, que aparecen en los videos cantando, haciendo de público o como ejemplo de lo que hay de hacer. Grabamos lo mismo una y otra vez hasta que queda. Sin ruido, sin equivocaciones. Convirtiéndonos en youtuber de la enseñanza inicial.

 

Mi marido cansado de verme disfrazada y con la poca convocatoria que tenían las primeras entregas, me cuestiono si valía la pena tanto despliegue en casa. Y mi respuesta fue tajante ¡SI! Creo que para continuar creando el vínculo con los niños es fundamental que me vean, me escuchen, por ello, siempre les grabo, tratando de mantener alguna rutina del jardín. Una canción conocida, otros días hago alguna ronda de intercambio donde pregunto algo cotidiano: como presentar a su muñeco preferido. A través de mensajes, foto, videos, me cuentan y muestran sus cosas. Así acortamos las distancias y nos seguimos conociendo. Considerando de esta forma que también puede ser una buena oportunidad para que puedan conocer algo de la ESI y derribar algunos prejuicios y representaciones.

En mi experiencia particular, luego de trabajar familia por familia, con horas de llamados telefónicos, tratando de lograr un vínculo particular con cada uno, logre que el 75 por ciento de la sala, vea las propuestas y participen. Para el día de los jardines, la propuesta fue contar que extrañaban del jardín, la mayoría eligió jugar con otros, compartir las meriendas, cantar juntos. A veces me piden canciones y así empiezo el video. Y así sigo los días reinventando mi práctica docente, buscando estrategias para continuar desde la virtualidad. Esta etapa llego para mostrarnos que los besos voladores, ahora tienen sentido.

Y como institución fuimos por mas, armamos un pequeño acto conmemorativo sobre el 25 de mayo. Con actuaciones de las docentes, dibujos digitalizados de los niños y con el compromiso de pares y familias que a la escuela infantil la hacemos entre todos.

En tiempos de coronavirus, está bueno preguntarse por el poder de la escuela. Poder como verbo, no como sustantivo

Estamos atravesando un tiempo difícil, no estamos preparados para la educación virtual en la primera infancia. Los profesorados nos prepararon para la educación presencial, maestros, niños, niñas, familias.

Estamos aprendiendo… Aprender lleva tiempo… es lógico. Estamos aprendiendo a permitirnos no saber, buscar, reinventar… si no sale como esperábamos…evaluar… ajustar…modificar… aceptar …. Y crecer….

Son tiempos que invitan a probar constantemente, nadie sabe cómo se trabaja desde una pantalla. Estamos escribiendo y vivenciando la nueva escuela.

Quizás cuando la cuarentena pase, volvamos a nuestra querida salita como nos fuimos, pero lo más probable es que tengamos que modificar nuestras prácticas.

Y aunque nos frustremos, estemos atareados, estresados, sin días ni horarios. Con mensajes de los padres que hacen lo que pueden con lo que tienen a cualquier hora, y en mi caso, les contesto a cualquier hora y cualquier día, porque es preferible una foto del títere creado a las 23.00 hs, a que no lo manden.

Tengo la convicción de que con pasión todo se logra y a los docentes lo que nos sobra es pasión por enseñar.

Vanina Salerno

DNI 30592205

Nivel Inicial