¿Qué pasaría en las escuelas si al comienzo de cada jornada la persona encargada de saludar dijese: “Buenos días, chicas”?
La escuela ha tenido, y tiene, una función reproductivista dentro de la sociedad y, en lo que respecta al lenguaje, se ha encargado de profundizar su masculinización y forma sexista. En este sentido, el uso de un lenguaje no igualitario contribuye a estas históricas desigualdades entre hombres y mujeres, porque son ellas quienes están omitidas en esta selección de palabras, porque es ahí donde también se ve el poder del varón sobre la mujer, porque las palabras reproducen desigualdades y relaciones de poder, porque el uso de un lenguaje sexista androcéntrico representa un mundo simbólico cargado de diferencias. Sin embargo, en estos últimos años, se han desarrollado en nuestra sociedad, y en el mundo en general, distintos movimientos feministas que han luchado por erradicar las desigualdades entre hombres y mujeres.

Afortunadamente la escuela se hizo presente en esta gesta y puso en el aula la lucha por la igualdad de derechos entre hombres y mujeres. Comenzó a pensarse desde una perspectiva de género para visibilizar desigualdades, injusticias y crear nuevas relaciones entre las personas.

Claro está que estas proezas se dieron simultáneamente con la sanción de la Ley de Educación Sexual Integral (ESI) en el año 2006, El Matrimonio Igualitario (2010), la ley sobre Identidad de Género (2012), entre otras. La escuela, debido a su diversiEl poder de la palabra Ella Chiques Todes Nosotres Elle l@s dad, comenzó a transformarse lenta y rápidamente en un espacio de reflexión para conversar sobre desigualdades entre hombres y mujeres, violencia de género, femicdios, estereotipos de género, identidad de género, legalización del aborto…

En muchas instituciones se abrieron compuertas para que estos temas se transformaran en ejes del proyecto institucional y fueron los y las estudiantes con sus docentes quienes empezaron a balbucear y susurrar tímidamente en lenguaje inclusivo.

Algunos años más tarde, esos susurros se convirtieron en gritos a los cuatro vientos de las voces de la adolescencia y la juventud. Bienvenida esta discusión a las escuelas, este cuestionamiento a formas de comunicación, bienvenido el cambio de Familia por Señores Padres en las notificaciones escolares. La escuela ha tenido, y tiene, una función transformadora. Por eso, tomar conciencia de estos cambios es entender que el lenguaje cambia constantemente, porque las sociedades y sus realidades van modificándose permanentemente.

El lenguaje verbal se construye con palabras, con esas mismas que usamos para comunicar nuestras ideas y opinar, porque las palabras tienen valor y poder. El lenguaje se enriquece con la formación de palabras nuevas, con la creación de nuevas expresiones y modismos, con la aceptación de neologismos.

La polémica referida a la utilización del lenguaje inclusivo va más allá de algunas cuestiones semánticas o del simple uso de la “e”. ¿Qué lugar ocupa entonces la escuela y sus docentes en esta disputa? Un lugar imprescindible, un rol que consiste en escuchar a sus estudiantes para reflexionar y discutir sobre estos temas. Las instituciones tienen la responsabilidad de abrir sus puertas para que la palabra circule y no reducir este nuevo paradigma que asoma, en una pulseada entre los mismos docentes o entre la escuela y la sociedad.

El lenguaje inclusivo no se trata de palabras más, palabras menos. Este lenguaje igualitario se construye y se transforma permanentemente. Para lograr una verdadera equidad, ahora debemos agregarle a la inserción de las formas femeninas, la inclusión de aquellas personas que no se sienten identificadas con las sexualidades dominantes.

Mariano Temelini

D.N.I.: 21.938.606

Nivel Primario Área: Prácticas del Lenguaje