Nancy Elena Zdanowicz

DNI 11955781

Profesora de Educación

Inicial Área Nivel Inicial

Las problemáticas sociales que afectan directamente a la educación son múltiples y diversas, varía de acuerdo al contexto social y político en el que se sitúen. En cuanto a sus causas y consecuencias podría decir que son innumerables, que su origen se asocia principalmente al carácter económico y social  desde el momento que la sociedad no ha podido satisfacer plenamente sus necesidades básicas.

En un primer momento, el contrato fundacional entre sociedad civil y Estado comprendía la existencia de dos dimensiones, la dimensión pedagógica y la dimensión asistencial. La dimensión pedagógica, en términos amplios, se refiere a la oferta educativa sistemática e intencional que recae en los niños que asisten a las instituciones educativas. La misma se caracteriza por la socialización, el juego, el establecimiento de vínculos afectivos, los hábitos, las formas de expresión plástica, musical, literaria, la alfabetización cultural, etcétera. Por otro lado, la dimensión asistencial, se centra en los cuidados otorgados durante actividades de crianza vinculadas a la satisfacción de necesidades básicas para los niños, tales como la higiene, la alimentación y el sueño. Pero dentro de las aulas, los actos de pedagogía y los actos de asistencialismo que se presentan, sobrepasan las necesidades básicas nombradas, convirtiéndose en extracurriculares. La violencia, la falta de alimentación, la falta de afecto, entre tantas otras carencias que el docente no tiene detallado en el diseño curricular, afecta no sólo a alumnos y familias sino también a los propios profesionales, ya que las problemáticas traspasan las puertas e inevitablemente los sujetos se involucran emocionalmente, condicionando no sólo la enseñanza y el aprendizaje, sino también el desarrollo físico y psíquico de los actores en juego. Pero cuando a estas problemáticas se suman inconvenientes en la comunicación, estamos en serios problemas. Y así inmediatamente puedo recordar una situación que ocurrió el primer día de iniciado el ciclo lectivo en una Escuela Infantil perteneciente al GCBA.

Período de inicio. Sala de 2 años.

Para establecer bases firmes de acuerdos entre las familias y la institución, los horarios que acordaron las maestras para el período de adaptación fue de una hora por día la primera semana, otro acuerdo fue que la mamá del niño esperase afuera de la sala para poder ser requerida ante cualquier eventualidad.

El primer día de clases, ingresa «Zoe», una niña que toma leche materna y está en proceso de aceptar la mamadera pero aún le cuesta incorporarla a su alimentación diaria. Pasada la hora prevista, ni su mamá ni ningún integrante de su familia la esperaba afuera de la sala. La maestra procede a comunicarse telefónicamente con la madre de la niña pero ningún número telefónico cedido permitía comunicación. Pasó otra hora y la niña comenzó a acongojarse. Pasó una hora más y la niña estaba cada vez más angustiada, necesitando a su madre. Y así, pasaron las seis horas que originariamente permanecen los niños luego del período de adaptación y «Zoe», sólo dejó de llorar cuando el sueño venció sus lágrimas.

Cuando la directora se encuentra en condiciones legales para activar el protocolo correspondiente con las autoridades pertinentes al caso, se presenta la madre para retirar a la niña. La misma alega que tuvo que ir a trabajar, que su hija se adapta enseguida y que nunca entendió que ella debía permanecer afuera esperando a la menor en proceso de adaptación y si es así no podría faltar a su trabajo. Cuando se le explica nuevamente los acuerdos, la madre con un tono de enojo expresa que no puede dejar sólo una hora por día a la niña en la escuela, que quiere que ya cumpla las seis horas diarias, necesita trabajar, le dice a la maestra que «le den algo para escribir o para mirar dibujitos animados, que ella no molesta».

Esta situación planteó un debate importante en la institución escolar, indagando ¿Cuáles serían los pasos acordes a seguir? ¿Qué líneas de acción tomar ante este hecho? Y es allí donde, como profesionales, tenemos que analizar y reflexionar sobre muchas cuestiones.

Cuando los docentes enseñamos a los niños a confiar, a compartir, a disfrutar de relatos, de poemas, a hablar, a escuchar la suave voz, a lavarse las manos, a observar, a apreciar una imagen bella, a pintar; a escuchar música, a bailar, a utilizar adecuadamente la cuchara y el vaso, entre otros tantos «haceres» que se enseñan a los más pequeños, estamos otorgando «educación integral». Integral, sinónimo de global, total, completo. Pero no significa que todo lo hacemos al mismo tiempo ni en todo momento, es un proceso lento y eso lleva tiempo. Comunicarle a la madre este maravilloso proceso tan importante y rico para su niño, puede ser una tarea difícil pero absolutamente necesaria.

El acto pedagógico, que incluye el cuidado receptivo, el respeto, el desarrollo personal, social, la alfabetización cultural y fundamentalmente, el vínculo afectivo, es una ceremonia única entre docente, niño y familia. Para este caso en especial, la solución del equipo directivo fue invitar a la madre de la niña a una reunión, donde se buscaron las palabras adecuadas para que esa madre, enojada con el sistema, pudiese entender la importancia de este período.

Isabelino Siede (2014) confiere que en la actualidad existe un conflicto en la comunicación entre familia y escuela, exclama la necesidad imperiosa de establecer una construcción de comunicación entre ambas instituciones, para ello es necesario reglas, acuerdos, tratos, intercambios.

El jardín debe pulir los medios, los canales, los códigos y ser claros. Debe comenzar a leer las señales y los gestos para lograr una verdadera comunicación. Tal vez fue precisamente allí donde fallaron ambas partes.

Si bien «Zoe» se terminó adaptando y la madre encontró una solución a su problema, nos tendríamos que replantear nuevas líneas de acción para que estos hechos no reincidan en años posteriores.

La comunicación debe ser clara desde el principio pero muchas veces las palabras sobrepasan las necesidades de las personas y no logran comprender la importancia de los acuerdos preestablecidos.

Para que las familias no confundan institución escolar con institución asistencial, donde dejan a su hijo/a mientras trabajan, se tendrían que establecer y mantener vínculos de afecto, valoración y respeto, debería existir un claro «acuerdo de convivencia» entre docente- niños, entre familia- escuela y entre familia- niños.

La escuela debe tener una íntima relación con la comunidad, la vida social, el contexto histórico social y político que lo rodea, para favorecer efectivamente la construcción del desarrollo integral del sujeto y promover tanto los aspectos intelectuales como los afectivos. La tarea educativa es fundamental para esta construcción.

Fomentar una participación activa en un contexto de sana convivencia que promueva bienestar social es un elemento clave de la intervención docente. Brindar la seguridad de que la institución escolar velará por la integridad psíquica, física y emocional del niño y así mismo establecer la importancia de transitar juntos este recorrido, beneficiará la construcción del aprendizaje del menor respetando individualidades en un marco de diversidad e inclusión, firmes criterios de identidad escolar.

Bibliografía

«Escuela y Familia en la mirada de Isabelino Siede». Recuperado de: https://www. youtube.com/watch?v=OVvFPl-fPiE

Instituto Nacional de Formación Docente (2015). Módulo: Los sujetos de la Educación Inicial en los tres primeros años: los educadores/as, los niños/as y las familias. Especialización docente de Nivel Superior en Educación Maternal. Buenos Aires: Ministerio de Educación de la Nación.