A favor, en contra, aliadas, enemigas. Siempre consideré que los extremos no son buenos, y en el debate sobre la introducción de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación a las aulas y establecimientos educativos opino lo mismo.

La tecnología forma parte de nuestras vidas, en muy difícil imaginar nuestros días cotidianos sin pensarlos atravesados por ellas. Sin ir más lejos, no salimos de nuestros hogares sin un celular. Lo utilizamos no solo para comunicarnos, sino también para leer, para informarnos, para escuchar música, para ver películas o programas, para jugar, entretenernos, incluso hasta para saber la hora.

Creo que las instituciones educativas y la educación en general, no pueden ni deben quedar ajenas a este hecho por varias razones:

Por un lado, porque la educación debe avanzar, debe acompañar el crecimiento social. Los niños de hoy en día nacen con la tecnología bajo el brazo, y no adaptarse a eso es negar la realidad.

Por otro lado, la utilización de tecnologías en el ámbito de la educación posibilita el acceso a una cantidad de información ilimitada que de otra manera no sería posible. Permite pensar distintas formas de enseñanza y aprendizaje.

Considero que son una herramienta para empoderar a los niños, al dejarlos explorarlas, al permitirnos que nos enseñen sobre ellas, al utilizarlas como formas de evaluación permitiéndoles ser partícipes de alguna producción realizada por ellos mismos.

Pero también considero que para poderlas utilizar como instrumento de enseñanza deben estar dadas las condiciones de accesibilidad a las mismas, y que no deben generar una brecha aún mayor entre distintos sectores. Por lo tanto el acceso y la utilización de herramientas tecnológicas, al menos en el campo de la educación, debería ser igualitario.

Esto debe ir acompañado de una capacitación docente consiente y seria, para que estás herramientas puedan ser útiles, para que puedan incorporarse en las aulas, y para que puedan ser enseñadas, no solo como herramientas, sino como productos sociales, conociendo sus ventajas y sus peligros.

Por último, me gustaría cerrar esta reflexión mencionando qué con el uso de las tecnologías, muchas veces se reemplaza la comunicación física y presencial entre personas. Comunicados a los padres a través de mensajes o mails, lecturas cibernéticas, ejercicios virtuales. Son todos avances que me parecen que no hay que reprimir, pero que al mismo tiempo no deben reemplazar el diálogo directo con las personas, el contacto con el otro, la comunicación sin mediación. Desde mi persona, siempre voy a estar a favor de los avances, sin que esto haga crecer el individualismo por sobre el compartir, aprender, y crecer con otros.

 

Marina Coccoz

D.N.I.: 30037119

Lic. en Ciencias de la comunicación